Un pie. Una mano. Una mirada. Un culo. Minetarô Mochizuki demuestra en ‘Chiisakobee‘ (ECC Ediciones) que cualquier parte de la anatomía es buena para contar una historia. En este manga, cada elección de plano esconde una emoción, ningún enfoque es gratuito, y el ritmo está medido con una precisión milimétrica. Todo para contar una historia profundamente japonesa y profundamente universal; un romance atípico con aroma a taller de carpintería.

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Minetarô Mochizuki es conocido en Occidente sobre todo por su fantástica obra de terror ‘Dragon Head‘, uno de los primeros mangas que editó en tomo la extinta Glénat. Es probable que los lectores lo tengan encasillado en esa obra y género, pero eso ha llovido mucho, incluida una serie de piratas, ‘Maiwai’ (también de Glénat), que parece tuvo unas ventas discretas (y que servidor se ha agenciado ipso facto tras redescubrir a este autor). El Mochizuki de ‘Chiisakobee’ tiene muy poco que ver con el de ‘Dragon Head’. Si entonces era ya bueno, ahora es superior. Llama sobre todo la atención su dibujo extremadamente limpio y elegante, sin más líneas que las necesarias para definir un gesto.

En ‘Chiisakobee’ Mochizuki adapta la novela homónima de Shûgoro Yamamoto, una obra ambientada en el período Edo (1603-1868) que ha tenido varias versiones en cine y televisión. Sin tener acceso al original, tiene pinta de ser un drama histórico en el que el contexto forma parte intrínseca de la trama, así que tiene cierto atrevimiento que Mochizuki la subvierta trayendo la acción al Japón actual, más siendo una obra conocida por el público. Los valores tradicionales, la forma de entender el mundo de los japoneses, tienen aquí mucha importancia, y sin embargo en su traslación al siglo XXI siguen hablando de cuestiones atemporales como el orgullo, la responsabilidad, la diferencia de clases o el amor.

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Esta es la historia de Shigeji, un joven con pintas de ‘hipster’ que, tras viajar por medio mundo, regresa al hogar para trabajar en el negocio familiar, Daitome, una carpintería especializada en la construcción de viviendas tradicionales japonesas. Al poco, un gran incendio destruye gran parte de su barrio, precisamente formado por casas de madera, y en este suceso mueren sus padres. Alejado durante años de la forma de ver la vida de sus progenitores, ahora Shigeji asume la responsabilidad de devolver a flote el negocio sin la ayuda de nadie, guiándose por lo que cree que es su deber. Cuando, tras acabar una obra, Shigeji por fin se instala en la casa Daitome, se encuentra una sorpresa: uno de sus encargados a contratado a Ritsu, una veinteañera huérfana y sin trabajo, para que se haga cargo de las tareas del hogar. No viene sola: ha recogido a cinco niños que se han quedado sin techo tras el incendio. Incapaz de gobernar semejante sindiós, Shigeji acepta la ayuda de Yuko, una guapa maestra hija del banquero local.

No busquen grandes acontecimientos en ‘Chiisakobee’. La historia se sustenta en las intensas emociones que van acumulando los personajes a lo largo de sus páginas: ceños fruncidos, puños apretándose, pies que se entrecruzan, silencios espesos, miradas al infinito… Mochizuki usa sabiamente la composición de página para transmitir sensaciones. Incluso algo que parece gratuito, como los «planos culo», tiene sentido, al generar en torno al protagonista una tensión sexual no resuelta. Otra decisión estética y narrativa acertada es contar con un protagonista barbudo y melenudo: en una historia donde cada gesto importa, que el personaje principal no muestre su rostro añade misterio y desvía intencionadamente la atención al resto de partes del cuerpo.

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Shigeji y Ritsu son dos inadaptados, cada uno a su manera, pero con un punto en común: un orgullo desmedido y la convicción de tener que hacer lo correcto. Es por eso que, a pesar de trascurrir en un ambiente absolutamente japonés, la historia se hace universal, porque es sencillo identificar sus motivaciones. Si a esto le añadimos unos toques de comedia, es imposible no caer rendido ante este elenco de desarrapados.

Quizás esta no sea una historia para todo tipo de lectores, pero ‘Chiisakobee’ es uno de los mangas del año. Son solo cuatro tomos, denle al menos una oportunidad.